Esta imagen fue realizada por Federico Abuyé
La postal
La postal
que tenía en mis manos databa del año 1925. Observaba aquella imagen con
detenimiento, como si estuviera yo mismo allí parado contemplando aquel
paisaje. Era una
foto en blanco y negro que enmarcaba una porción de algún pueblo perdido. Mientras mi
vista se detenía en algún punto del paisaje, mi mente viajaba a ese sitio,
fantaseando sobre el momento en que alguien, un desconocido para mí, disparaba
el botón de la cámara, guardando en el rollo de acetato este paisaje que a él
le habría llamado la atención. Esta persona había elegido plantarse en ese
punto para tomar registro de lo que veían sus ojos.
Una calle
de tierra era la entrada a ese lugar en el mundo, cercada por jardines y bancos
vacíos; en el fondo, más allá de lo que pareciera ser una escuela, descansaba
un burro, diminuto, casi imperceptible: era el único testigo. A pesar de las
nubes, la sombra se hacía espacio debajo de unos árboles, y por el tamaño de la
misma, sospechaba que aquel desierto sería producto de la tan respetada hora de
la siesta.
Habiendo ya
repasado cada detalle una y otra vez, comencé a inquietarme con la idea de que, quien había tomado la fotografía ya estaría
muerto, y era yo mismo, un siglo después, el que estaba dándole vida a aquel paisaje
impreso en el cartón que sujetaba entre mis dedos. Era yo el que movía las
piezas del entorno, la cultura, el estilo y las costumbres de los que habitaban
ese pueblo.
Me recliné
sobre el respaldo dejando la postal a un lado, aún sin soltarla, pensando en
las fotos que yo había tomado a lo largo de mi vida, en la gente que, incluso,
quedaba retratada en ellas, algunos conocidos, otros completamente anónimos.
Sonó el
reloj de pared; marcaba las once: tenía que continuar con mi tarea. Eché una
última mirada a la postal y la rompí, primero la partí a la mitad, luego en
cuartos. El tacho de basura estaba a mi alcance, alcanzó con estirar el brazo.
Mientras
continuaba ordenando la casa, pensaba en aquel paisaje. Me detuve un instante
para mirar a través de la ventana, ese otro marco; sabía que, para la próxima
vez que ordenara la casa, esa postal que hoy me había cautivado pasaría al
olvido.
.