PROYECTO NOVIEMBRE DE ADICTOS A LA ESCRITURA: PALABRAS PROHIBIDAS
El torno
Ya había
transcurrido media hora cuando el ruido del torno se detuvo. Ahora creía
escuchar mis latidos acelerados. Me levanté ni bien se abrió la puerta y caminé
despacio en dirección al consultorio. Ingresé y me recosté, me sentía atrapado.
Caía el sudor sobre mi sien, cuando encendió el aparto y lo acercó hacia mí.
Sin dudarlo tomé su mano con fuerza y la aproximé hacia su cara. Forcejeábamos:
él se resistía. Me incorporé y caímos al piso. El ruido estridente del aparato
me enfervorizaba. Impulsivamente le clavé el torno en la encía, y en un grito
desesperado desparramó su sangre todo alrededor. Un chorro me dejó ciego y yo
aumenté mi fuerza. Me detuve cuando aflojó la tensión debajo de mi otra mano
posicionada sobre su cuello. Restregué mis ojos, tomé aire, y salté de mi lugar
para salir corriendo. En la sala de espera no quedaba nadie.
Los
niños alegres
Los niños alegres bailan alrededor del muerto que quedó con los ojos abiertos de
par en par. El perro aúlla; ellos lo ceban, como se hace cuando se es pequeño.
Hasta que muerde, una sola vez lo hace: suficiente como para hacerse a un lado
en cada portón de la calle. Los niños alegres bailan. El muerto: muere.
A media noche
Si supiera lo
que pasó en el viaje. Sabe amargo este beso y aún así, lo aprovecho. Imagino
nuestro abrazo desde otros ojos. Como una fotografía. El tiempo se detiene
justo a media noche. Pienso en voz alta. Me mira. Ahora sus lágrimas caen al
ritmo de mis palabras que brotan ya sin freno. Así es esa imagen, como una
despedida.
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